Un viejo chiste del mundo de los negocios habla sobre la necesidad de formar o no a tus empleados. ¿Pero es esa realmente una pregunta valida? Seguro todos lo han leído alguna vez: 

-¿Y qué pasa si formamos a nuestros empleados y se van?, pregunta el director financiero.
-¿Y qué pasa si no les formamos y se quedan?, le responde el director general.

En estos tiempos este pequeño intercambio entre directivos ficticios no se sostiene. El concepto de que la formación de los empleados es un gasto es, como mínimo, absurdo. Ante la necesidad de un cambio de paradigma surgió el concepto de la Universidad Corporativa.

La idea es facilitar la formación continua de los empleados dentro de la empresa, en especial los directivos. Así, la Universidad Corporativa se vuelve la herramienta con la que las empresas mejoran las habilidades de su activo más importante: sus trabajadores. 

Esta es una exigencia con efectos evidentes sobre la competitividad y productividad. Por eso esa vieja forma de pensar, en la que nunca hay presupuesto para la formación, debe quedar en el pasado.

La Universidad Corporativa y la formación como inversión

Las empresas tienen un propósito claro: ganar dinero. Si logran tener muchos ingresos y pocos gastos están haciendo su trabajo bien. Los beneficios son mayores y se justifica la existencia de la empresa. Con esos beneficios se puede reinvertir en la empresa ¿Pero invertir en los trabajadores y su formación no es una forma de hacerlo en la empresa? 

Si lo vemos desde ese punto de vista, la formación ya no es solo un beneficio para los trabajadores. En el caso de la Universidad Corporativa, la formación de los trabajadores se hace dentro de casa. Estas instituciones toman la forma de una empresa dentro de la empresa, dedicada al desarrollo de su talento.

Los beneficios con este tipo de experiencias son evidentes en grandes compañías como Google, Apple o Disney. Sin olvidar al primer ejemplo de este paradigma de formación hacía lo interno: La Universidad de la Hamburguesa, creada en 1961 por McDonalds.

Por supuesto, la formación de los empleados requiere de planificación ¿Y que mejor que una universidad corporativa que se familiariza con todos los procesos de tu empresa? No hablamos de simplemente ofrecer programas de formación, implica preparar a cada persona para el puesto que ocupa. 

Debe basarse en las necesidades reales del puesto de trabajo. Hacerse a la medida de los conocimientos del empleado y tener una metodología que enfatice la aplicación práctica. Debe ser impartida por instructores de calidad y no se puede olvidar las expectativas tanto de la empresa como de los trabajadores.

Así se logrará que el trabajos se involucre más y asuma la cultura empresarial. No debe verse como acciones puntuales, sino como parte de una estrategia. Finalmente, como toda inversión, debe evaluarse la satisfacción de los participantes y el retorno de inversión en el corto, mediano y largo plazo.

Pero nunca se debe olvidar, que al final, el tener empleados poco preparados es mucho más costoso que formarlos, incluso si luego deciden irse.

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