Aprovechando que estos días se ha convertido en viral un vídeo de un joven que se hace pasar por ciego, el chico lleva un billete de lotería en las manos y pregunta a diferentes personas si está realmente está premiado, me gustará hablar sobre la honestidad. El experimento consiste en comprobar quiénes son más honestos, los ricos o los pobres. En el siguiente enlace se puede ver el vídeo.
Lo que me interesa no es valorar el vídeo, tan sólo es una excusa para hablar del tema de la honestidad, y para ello vamos a referirnos a los estudios de mi admirado Dan Ariely.
Para aquellos que no le conozcan, sólo comentar que Ariely es catedrático de psicología y economía conductual, enseña en la Universidad de Duke y es el fundador del Centro de la Retrospectiva Avanzada.
Sobre el tema que nos ocupa, Ariely sostiene que: “… el sentido de moralidad está asociado al grado de engaño con el que una persona se siente cómoda. La conducta está motivada por dos motivaciones opuestas y en conflicto, querer considerarse una persona honesta u honorable y querer sacar provecho del engaño”.
Una anécdota que aparece en uno de sus libros es muy ilustrativa del concepto de honestidad que tenemos los seres humano. Cuenta Ariely que un hombre de negocios regresa a su casa tras una larga jornada de trabajo. Al llegar, su esposa le explica que su hijo está castigado por haber robado un lapicero a un compañero de clase. El padre se dirige a la habitación del niño y le abronca por su actitud, le indica que eso no se hace, que no se debe apropiar de los bienes de otros, por último le espeta, Si tú necesitas un lapicero me lo dices a mí, que te puedo traer cien de la oficina.
Es interesante comprobar cómo la personalización del sujeto al que se quita algo influye en la valoración moral de la acción, para el padre quitarle algo a un compañero es una falta grave, sin embargo, quitárselo cien veces a la empresa no es un acto moralmente reprobable. Otro aspecto interesante es el de la confusión que se produce entre el concepto de derecho a uso y propiedad, las personas solemos asimilar como de nuestra propiedad todos aquellos objetos que podemos usar de manera gratuita, seguramente, de aquí radique el poco cuidado que tenemos con los objetos el estado pone a nuestro alcance.
Por cierto, la desaparición de material de oficina supone para las empresas estadounidenses varios miles de millones de dólares al año.
Otro experimento interesante, respecto al tema de la honestidad, fue el que Ariely realizó, por mera casualidad, en la universidad en la que impartía clases. En dicha universidad, existían unas neveras, al alcance de todas las manos, en las que poder dejar comida o bebida.
Ariely comprobó que cada vez que dejaba su refresco en alguna de estas neveras, al cabo de un determinado tiempo, desaparecía, alguien lo cogía sin importar que no fuese suyo. Viendo esto, en lugar de montar en cólera e intentar descubrir a los culpables para castigarlos, pensó si sucedería lo mismo si lo que dejaba al alcance de la mano de los estudiantes era dinero. Dicho y hecho, Ariely, en lugar del refresco, dejó en la nevera la cantidad exacta de dinero que costaba el refresco en las máquinas expendedoras. Y, efectivamente, el dinero permanecía intacto, para los usuarios de la nevera no era lo mismo llevarse el dinero que su equivalente en especies.
Este, junto a otros experimentos, le llevaron a concluir que las personas tienden a ser más deshonestas en presencia de objetos no monetarios que ante dinero de verdad.
Otra de las conclusiones que ha obtenido Ariely de sus experimentos es que la tolerancia a la deshonestidad aumenta cada vez que somos deshonestos, y que una vez que lo has sido, es más fácil volver a serlo. Por eso, desconfía de quien sepas que ha sido deshonesto alguna vez, porque la tendencia es a volver a serlo y cada vez más profundamente.
Para aquellos que quieran profundizar en este tema, pueden leer su libro La honesta verdad acerca de la deshonestidad. Yo recomiendo leer a Ariely, porque creo que es fundamental para comprender el comportamiento del consumidor, paso indispensable para poder venderle cualquier producto o servicio. Pero esa es otra historia, que trataremos en otra entrada.
Y, honestamente, podría seguir con este post, pero no quiero alargarlo demasiado.
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